(o la salvación de las aguas vivas)
Nos quedamos en encontrarnos frente a la Embajada de los Estados Unidos. Ella llegó con algunos minutos de retraso. Yo ya había empezado a bailar para calmar mis nervios y para sentirme más unido con el paisaje cuando la vi llegando con su mate. Ibamos a tomar mate en la rambla y mirar la puesta del sol. Yo había llegado corriendo por el barrio Palermo y me habían salido gotas de sudor en la frente y ya se empezaban a formar algunas manchitas en mi musculosa. No obstante le di un beso. La luz estaba divina como en una pintura de Rembrandt. Ella había regado las plantas en la casa de su madre que estaba de vacaciones en Brasil. Conozco esta casa. Está llena de objetos y recuerdos de muchos viajes. Le gusta lo folklórico a la madre de Ruth. Se había ido al carnaval en un lugar cerca de Recife. Yo le comenté a Ruth que me parecía lindo cuidar de los objetos, plantas o animales de otra persona de vez en cuando. Es una forma de responsabilidad y de respeto - talvez de amor - frente a las pertenencias del otro. Me contestó que a veces le molestaba porque se enfrentaba con los fantasmas de la casa. Pensé en La Casa de los Espíritus de Isabel Allende. Admiro en Ruth su franqueza y su fidelidad a una verdad propia. Cruzamos la calle y llegamos a la Rambla. Miramos la pequeña isla de rocas y yo le comenté a Ruth que una vez había visto a Helvetia haciendo yoga en esta isla de rocas. Y al mismo tiempo conversaba con un amigo. Me había fascinado mucho esta forma de yoga de ocio y de placer. Me había quedado observando a Helvetia y a su amigo durante un buen rato. Entonces todavía no conocía a Helvetia. La conocí unas semanas más tarde en la función del solo al mediodía de Cata.
Nos quedamos en encontrarnos frente a la Embajada de los Estados Unidos. Ella llegó con algunos minutos de retraso. Yo ya había empezado a bailar para calmar mis nervios y para sentirme más unido con el paisaje cuando la vi llegando con su mate. Ibamos a tomar mate en la rambla y mirar la puesta del sol. Yo había llegado corriendo por el barrio Palermo y me habían salido gotas de sudor en la frente y ya se empezaban a formar algunas manchitas en mi musculosa. No obstante le di un beso. La luz estaba divina como en una pintura de Rembrandt. Ella había regado las plantas en la casa de su madre que estaba de vacaciones en Brasil. Conozco esta casa. Está llena de objetos y recuerdos de muchos viajes. Le gusta lo folklórico a la madre de Ruth. Se había ido al carnaval en un lugar cerca de Recife. Yo le comenté a Ruth que me parecía lindo cuidar de los objetos, plantas o animales de otra persona de vez en cuando. Es una forma de responsabilidad y de respeto - talvez de amor - frente a las pertenencias del otro. Me contestó que a veces le molestaba porque se enfrentaba con los fantasmas de la casa. Pensé en La Casa de los Espíritus de Isabel Allende. Admiro en Ruth su franqueza y su fidelidad a una verdad propia. Cruzamos la calle y llegamos a la Rambla. Miramos la pequeña isla de rocas y yo le comenté a Ruth que una vez había visto a Helvetia haciendo yoga en esta isla de rocas. Y al mismo tiempo conversaba con un amigo. Me había fascinado mucho esta forma de yoga de ocio y de placer. Me había quedado observando a Helvetia y a su amigo durante un buen rato. Entonces todavía no conocía a Helvetia. La conocí unas semanas más tarde en la función del solo al mediodía de Cata.
Ruth y yo decidimos ir a tomar mate en esta pequeña isla. 'Porque no
cambiar los hábitos' dijo Ruth. Normalmente toma su mate en los bancos de
piedra que hay por toda la rambla. Llegando a la isla pasamos por un camino
donde el agua del mar había llegado y formado pequeños charcos. En un charco en
la esquina contra el muro de la rambla había una agua viva. Estaba ahí flotando
en el pequeño charco y parecía respirar con todas sus fuerzas. Yo comenté que
nunca había visto una agua viva viva
y dos gurisas que estaban pasando por allí se rieron. Nos paramos un rato
observando y admirando a la agua viva. Ruth decidió salvarla y devolverla al
mar. Tenía una bolsa de plástico y así nos pusimos a salvar la agua viva. Se
asustó un poco contrayendo sus tentáculos. Una de las gurisas nos ayudó con su
chancleta para sumergir la bolsa en el agua. Al final conseguimos atrapar la
agua viva adentro de la bolsa y la dejamos deslizarse a las aguas ondulantes
del río de la Plata. Se puso feliz. Ahí nos dimos cuenta que había toda una
manada de aguas vivas flotando en el agua alrededor de la isla. Una colonia de
aguas vivas. De tamaños y colores diferentes. Había una de tamaño gigante
impresionante. Las pequeñitas parecían meramente espuma o baba de algún animal.
Las grandes habían desarrollado todo su esplendor y flotaban con mucha
importancia.
Nos fuimos a sentar en la isla en una roca al borde del agua. Ruth
tomó el primer mate. Le había puesto miel y comentó que había quedado medio
raro y el agua no estaba muy caliente. Los uruguayos son muy meticulosos con su
mate. Ruth me preguntó si quería tomar igualmente. Quise. Me gustó. Disfruté
mucho estar ahí con Ruth sentados en la pequeña isla de yoga de Helvetia
mirando la puesta del sol y tomando mate. Ruth comentó que se me ponían dorados
los párpados en el crepúsculo. Ruth tiene el ojo para estos detalles. El día
anterior habíamos bailado contact en Casarrodante con Ruth, Pauline e Arauco.
Bailamos a la hora del atardecer en la penumbra hasta quedarnos en la
oscuridad. Recordamos ahora en la isla como la piel había empezado a brillar y
la hoja blanca del cuaderno donde habíamos anotado algunas observaciones al
final del laboratorio. Fue como bucear, como tirarse al océano negro y
apaciguador de la noche. Hace algunos días empecé a leer la novela 'Ensayo
sobre la ceguera' de José Saramago.
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